Lo nuestro es casi divino, pero hasta el diablo lo sabe, contigo yo sueño y vivo los pecados capitales...
"Imágen original tomada del sitio de Raúl Martín Almeida" |
La LUJURIA se abalanza sobre mi pecho en cada sueño, exprimiendo cada uno de mis sentidos hasta poseerlos todos, es entonces cuando te dibujas ante mis ojos y oníricamente me vuelvo agua deseosa de empapar cada uno de los centímetros de tu imagen y cubrirlos todos. Luego es la GULA la dueña y poseedora de todo mi ser, podría beberte y comerte horas y días sin desear renunciar a lo que hago por sentirme harta de tí. Podría seguir alimentándome de tu energía, respirando el aroma de tu cuerpo, podría seguir perdida en la ternura de tus ojos mil momentos y morir plena sin haber deseado refrenarme, y es entonces que comienza a invadirme la AVARICIA, que me impulsa a no soltarte ni un segundo, que me empuja a querer seguir soñando para poder tenerte siempre entre mis brazos, sólo mis brazos, nunca otros, sólo mío... me recuesto en tu regazo (bendito regazo mullido y tranquilo) y me convierto en la mujer más dichosa con tu abrazo. Aunque es entonces que debería estar en paz y conforme la PEREZA descansa a la par que yo lo hago, impidiéndome una y otra vez abandonar la cuna más dulce, el hogar tranquilo donde, recostándome, alcanzo a escuchar la vida siendo bombeada por todo tu cuerpo, no me quiero despedir de ese momento... ¡no quiero!... y me enrabieto... pues me niego a aceptar tu marcha, cada segundo de tu ausencia muero y ahora que estás en mis sueños, y eres mío, someterme a tu marcha en silencio me llena de IRA y rabia. Trato de luchar con lo inevitable, trato de resistirme sin remedio y pierdo, pues dulcemente te despides, dolorosamente abandonas el lugar en que te he envuelto para no perderte más. Justo al cerrarse la puerta, justo al marcharte, cuando te alejas, me toma de la mano la ENVIDIA más rastrera, la que hace temblar mis cimientos, la que envuelve mi corazón en durísimas placas de hielo, agrietándolo e inyectándolo en temores sin concierto, ¿a dónde irás?, ¿con quién estarás?, ¿cómo compartirás tu tiempo?, si es con otros les envidio, si es con otras... ¡MÁS ME NIEGO!
SOBERBIA: es lo que me queda al final, cuando ya te has marchado. Elevando mi cabeza miro de reojo aquella puerta y sin que me escuches miento a voces. ¡¡Yo no te necesito, no me importa si no regresas!! Habrán más en el camino. Enciendo la tele y, mientras pienso en ti, finjo que lo que veo me interesa.
"El horizonte es un muro, que me cabe entre las cejas."
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