En Granada. Agradecida por ser la musa del ser que amo. |
¿Que si he dejado mi blog?, ¿que si ya no lo atiendo?. Discúlpenme señoras y señores, no lo he dejado, lo he apalancado en el transcurso justo de tiempo que me he dedicado a recoger con ambas manos los sueños rotos que se me iban descolgando. No me quedaban manos libres ni ganas para escribir. ¿Que es muy triste mi blog?. Pues sí, es triste, es visceral, es mi cajón desastre, mi baúl de los recuerdos, el lugar donde vuelco las ganas de comerme a alguien. Y me pasan cosas buenas, muchísimas cosas buenas (incluso me he ido de viaje fuera de Canarias, ¡POR FIN!), pero esas quiero apurarlas hasta la última gota sin compartirlas con nadie. Esas no necesito vomitarlas, esas me las quedo yo.
Así que de nuevo me encuentro frente al ordenador tallando con un cincel mis más jodidos momentos.
En estos meses pasados me ocupé de tener charlas con mi sentido corazón. Le hablé del pasado y charlamos sobre el presente. Y me sorprendió gratamente descubrir que finalmente sentía amor. Del bueno, del de verdad verdadera. ¡Os lo juro!, ¡creedme!.
Tomando a sorbos el tiempo recorrimos juntos mis pasos estos dos años de altibajos sentimentales. Y nos reímos pensando en esas ocasiones anteriores a esos dos años en que dije "diré te quiero cuando esté preparada y lo sienta", o bien "yo se qué pasa hoy, mañana ni idea", o las muchas veces que ante la posibilidad de formar una familia o comprometerme dije "no se yo... es muy pronto. Quizá más adelante. Aún falta camino. No estoy preparada, ni de coña. Gracias pero prefiero seguir como estamos hasta dentro de unos años. Somos muy jóvenes..." y comparando esas ocasiones con las infinitas ganas que me han abordado repentinamente en muy poco tiempo. Quién lo diría corazón. ¡Qué cachondo eres!. Y me he visto de repente llorando ante unos columpios, mirando hipnotizada un peluche, deseando llevar alianza, bebiendo lágrimas a sorbitos y haciendo pucheros ante una novia que se casaba.
Pero ¡quién lo diría corazón!. No me reconozco. De repente todo eso que imaginé, pensé, recreé mentalmente está ahí con más sentido que nunca. De repente deseo, quiero, sueño con fuerza (qué curioso que esto coincida con mi entrada anterior sobre soñar despierto) y el destino y el karma se han puesto de acuerdo para revolverme el pelo y reírse.
Mientras tanto al puzzle le falta una pieza. Y es la última. Y la canción en la radio suena tan sólo a medias esperando que el estribillo lo siga quien debe: "Arroz con leche..."
Qué manera de darme a entender esta lección de vida. Con las ganas de terminar que le quedan a uno...
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