Todos esperamos algo. Y esperamos aunque la palabra "esperar" sea fea. Todos nos sentamos, miramos el tiempo pasar y esperamos, porque eso es lo único que podemos hacer cuando nada depende de nosotros. Y nos invade el miedo. Miedo a que lo que esperamos, no llegue nunca. Y deseamos con todas nuestras fuerzas que eso no ocurra. Le echamos fe, le echamos cojones. Nos sentamos y esperamos.
No queda otra.
Y como tenemos tiempo por delante, comenzamos a reflexionar y dar vueltas en la cabeza a esas mil y una cosas que han de realizarse para que nuestra espera sea menos dolorosa. Queremos ver esas señales que nos hacen creer que esperando hacemos bien.
Yo no las veo.
Miro hacia el techo, oteo las paredes ante mi y finalmente el suelo. No las veo. Escucho soplar el viento que expiras y suena hermoso, pero lo que oigo no puedo verlo. Y entonces vuelvo a sentir miedo. ¿quién no tiene algún tipo de miedo? Mi miedo reside en mí y nace en ti. Mi miedo se basa en los hechos y palabras, en la incongruencia entre unos y otras. Mi miedo es un miedo extranjero que reside en mi interior pero en realidad es de las afueras, de un país ajeno.
Sigo sin verlo.
Y conozco soluciones. Conozco las medidas. Conozco las acciones. Pero es que me toca esperar ver que el viento y el movimiento de las ramas que me rodean bailen a un tiempo. Me quedo esperando, se que no debo pero aquí me quedo. Y para luchar contra el miedo recurro a la fe. Porque en definitiva en eso se basa, en confianza. Verdadera confianza.
Fe.
Vuelvo a mirar al suelo. Y aunque mi fe me ayuda no puedo evitar escuchar cómo mis sueños bajan goteando lento por el sumidero. No depende de mi hacerlo. Sólo me queda esperar para verlo y así poder bailar al son de las ramas mecidas por el viento.
¿Y tú me preguntas qué me pasa?
Se escurren mis sueños por el sumidero.
1 comentario:
Yo creo que tus sueños ya se estan realizando Y que llegara el momento en que sentiras plena paciencia y veras realizadas tus iluciones tiempo al tiempo. TE quiero
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